2020. El año en que la tierra respiró

El Día Mundial de la Tierra se celebra en mitad de una pandemia global, pero con un descenso notable de la contaminación

Igual resulta paradójico que, en estos tiempos en que los humanos llevamos mascarilla en casi todos los rincones de mundo, la tierra haya tenido un respiro por la pandemia del Covid-19.

Tendremos que hacérnoslo mirar, porque estamos matando al planeta y creo que ya nadie podrá discutir eso. Menos aún cuando se está demostrando que, gracias a nuestro confinamiento, el mundo está menos contaminado.

Los negacionistas del cambio climático lo van a tener muy crudo para defender sus argumentos a partir de ahora. Desgraciadamente, estos tiempos de enfermedad y zozobra los van a poner en su sitio.

Y en estas circunstancias se celebra el Día Mundial de la Tierra, pero no será uno más. Será el del año en que se paró el mundo.

El año en que la contaminación descendió más de un 80%.

El año en que algunas especies de animales pasearon tranquilamente por pueblos y ciudades, porque no corrían peligro.

El año en que leones de Sudáfrica se echaban siestas en las carreteras.

El año en que murieron miles de personas, pero la Tierra respiró.

Los que nos observan desde arriba, están alucinados con el descenso de la polución en grandes ciudades y países más contaminantes. Las agencias espaciales y los satélites nos enseñan cada día imágenes impactantes que lo demuestran.

En este contexto, y para celebrar el Earth Day, la NASA ha lanzado una campaña en la que explica que la perspectiva única del espacio les permite comprender mejor los sistemas interconectados de la Tierra y usar ese conocimiento para vivir de manera sostenible en nuestro planeta, proteger la vida en todo el mundo y adaptarse a los cambios naturales y a los causados por el hombre. «Al unirnos al mundo en la conmemoración de los 50 años de Día de la Tierra, desde la NASA reafirmamos nuestro compromiso con la comprensión de los sistemas interconectados de nuestro planeta, para ayudar a protegerlos para las generaciones futuras».

No podemos cansarnos de repetir el mantra de que nuestros hijos merecen un mundo mejor. Y es posible que muchos penséis que éste solo será un alivio momentáneo, pero ya estábamos entrando en un escenario de economía verde antes de que la pandemia nos pillara viviendo deprisa.

Por eso, no debemos desviarnos del camino emprendido. La Tierra nos necesita y no podemos dejarla morir.

En estos días, son muchos los expertos que apuntan a la protección de los ecosistemas como barrera ante los coronavirus y, aunque solo sea por puro egoísmo, debemos afanarnos en la defensa del medio natural.

Igual es oportuno explicar aquí que estos virus habitan en animales salvajes. Y que, según señalan la mayoría de hipótesis científicas, saltó de un animal a un humano en un mercado de marisco de Wuhan. Así las cosas, habría que poner el foco también aquí, porque es necesario prescindir de los llamados mercados húmedos, en los que se permite la venta de animales silvestres para consumo humano en unas condiciones higiénicas nada recomendables.

A mí no me gusta ser mensajera del apocalipsis, pero los expertos coinciden al señalar que no será la última vez que un coronavirus salte a un humano y nos contagie, generando una pandemia como la que estamos viviendo nosotros o, incluso, peor.

Por lo tanto, no podemos perder un minuto más. Tenemos que ponernos a trabajar ya para que la naturaleza no se ensañe con nosotros. Dejémosle su espacio y respetemos el nuestro de una vez.

En este sentido, y coincidiendo con el 50 aniversario de la declaración del Día Mundial de la Madre Tierra, la ONU ha expresado que el brote de coronavirus representa un riesgo enorme para la salud pública y la economía mundial, pero también para la diversidad biológica. Sin embargo, la biodiversidad puede ser parte de la solución, ya que una diversidad de especies dificulta la propagación rápida de los patógenos.

Igualmente, cada vez es más evidente su impacto en la salud humana. Los cambios en la biodiversidad afectan al funcionamiento de los ecosistemas y pueden ocasionar alteraciones importantes de los bienes y servicios que estos proporcionan. Los vínculos específicos entre la salud y la biodiversidad incluyen posibles impactos en la nutrición, la investigación sanitaria y la medicina tradicional, la generación de nuevas enfermedades infecciosas y cambios significativos en la distribución de plantas, patógenos, animales e incluso asentamientos humanos, algo que puede ser alentado debido al cambio climático.

A pesar de los esfuerzos actuales, la biodiversidad se está deteriorando en todo el mundo a un ritmo sin precedentes en la historia humana, dice la ONU.

De hecho, se estima que alrededor de un millón de especies animales y vegetales se encuentran actualmente en peligro de extinción.

Existe una emergencia climática y existe una amenaza real de extinción de muchas especies. Puede que esta crisis nos haga tomar conciencia de la escasez de valores de la sociedad en la que estábamos viviendo. Puede que, después de todo, experimentemos una catarsis y logremos ser más respetuosos con nuestro entorno.

Puede que un día, no muy lejano, seamos nosotros también parte de la solución y dejemos de ser el problema.

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