Es un escritor único. Se considera, ante todo, poeta, lo cual imagino, como ocurre en tantos escritores de este género, como un lujo, aunque en su caso es una verdad suprema. Es un poeta de fuerza, de empeño, de barroquismo, de adjetivos hermosos, de técnica depurada, de condiciones y circunstancias que nos embellecen y nos llegan al corazón, un poeta que nos ve como somos, que nos muestra lo que es. Hablo de José Manuel Caballero Bonald, nuestro insigne Premio Cervantes, el galardón más preciado para cuantos escriben en español. Pensemos, por cierto, en el resto de premios literarios, y seguramente posee casi todos los que merecen la pena.
Ha cultivado todos los ámbitos literarios, y los ha abonado excelentemente. Además de la poesía, la narrativa, el ensayo, también tiene memorias y artículos periodísticos, sin olvidar el hecho de haber participado en multitud de obras conjuntas. Cree en el trabajo compendiado.
Desde sus “Adivinaciones” a sus “Entreguerras” ha tocado temas diversos, con la sociedad de fondo, con sus ideas a favor de lo contemporáneo, en su búsqueda permanente de las esencias de lo humano, defendiendo sus valores. Es todo un ejemplo de coherencia y de lucidez, de atrevimiento y de devoción por lo que sucede a su alrededor, que nunca le ha sido ajeno desde el mismo instante en el que nació, como si fuera ayer, en Jerez de la Frontera.
Ha sido un poco de todo, y en ese todo ha mostrado su vocación intelectual. Ha ejercido de profesor universitario, donde igualmente ha descollado. Lo que nunca ha dejado de hacer es escribir de todo y sobre todo, con una enorme fe en sus congéneres. Conviene que también reseñemos que ostenta varios Doctorados Honoris Causa, que se unen a sus estudios de Filosofía y Letras.
El mar, el tiempo, el amor… son algunas de sus constantes poéticas, que repite hasta ensalzar a la categoría máxima los más rutilantes paisajes con sus más queridas connotaciones. Le han encantado los maridajes temáticos, suponemos que en consonancia con su misma mezcla personal de razas y de talentos. Sus sangres cubanas y francesas le han proporcionado, dentro de su marco hispánico, un toque de rigor y de creatividad que han gestado como resultado unos escritos insuperables.
Ha gozado, y eso es bueno, del reconocimiento de sus compañeros escritores, así como de la crítica y de un público siempre entusiasta con sus trabajos. No le ha faltado razón para esgrimir aspectos que demuestran su confianza en el futuro, por el que siempre ha luchado. Hemos de decir que estamos todos de enhorabuena al poder contar con su creatividad desde su más pronta juventud hasta nuestros días. Señala, nuestro escritor, que no para de redactar, buscando esas musas en las que cree.
Entre los grandes
Es un ser excepcional. Ha estado cerca de los más grandes, y con ellos ha compartido oficio y amistad. Fue el caso de Camilo José Cela y de muchos de los poetas de la postguerra y de las últimas décadas. Fundamentalmente los más jóvenes ven en él a una referencia, a un maestro, porque lo es. Por eso le dedicamos estas letras, entre otros motivos también para mostrar nuestro agradecimiento por su quehacer en el ámbito literario.
Gusta nuestro Cervantes del estudio de personajes como el propio Miguel de Cervantes, a los que une escritores de la talla de Góngora, o de José de Espronceda. Le complace también todo lo andaluz, como se advierte en un caudal de escritos de diversa índole. Sus numerosos méritos y galardones vienen a ponerlo en valor ante el gran público con una poesía que supone un ingente esfuerzo en su comprensión. Es por ello doblemente importante su obra, que da lustre y cimiento a un género en el que específicamente creyó el autor de El Quijote: nos referimos a la poesía. Camino de los 90 años (nació en 1926), se percibe como un eterno joven. Es lo que tiene su labor intelectual, que, lejos de perecer, está más dinámica y viva que nunca. Lo pueden comprobar, claro.
