La vida es eso que pasa mientras hacemos planes, como se suele decir. El mejor de ellos tiene mucho que ver con definir nuestra actividad y nuestra postura desde la óptica de lo humano como medida de todas las cosas. Si hay algo que defendemos en nuestras relaciones es eso, lo cual quiere subrayar que debemos ofrecer informaciones y datos que, desde el raciocinio, apuesten por el consenso, la labor del Derecho Internacional y de la ciudadanía, los valores democráticos, los avances societarios, los progresos tecnológicos y los anhelos de convivencia y de concordia desde la igualdad y la fraternidad.
Pidamos con tino un paso calmado, que tenga en cuenta opciones y afanes solidarios desde la bondad, procurando hacer poco daño y mucho beneficio. Tengamos presente que la comunicación es todo y para todos, y que con ella hemos de construir más que destruir. A veces toca firmeza en las convicciones y ser duro, pero el objetivo ha de ser que constituya el camino menos emprendido. Persigamos con anterioridad el pacto y el desarrollo lento a aquel que viene caracterizado por la premura que nunca es consejera leal.
Realicemos, por ende, un quehacer cariñoso, oteando a los demás, considerando habilidades y estilos de conjunto, para obtener el llamado bien común. Somos capaces cuando tenemos esa actitud optimista desde el principio. Adelantemos con entusiasmo y sin decirnos que el fin justifica los medios. Seamos humanos en favor de nuestros congéneres.
Compromiso, implicación y mirada entregada e ilusionada son pautas para los procesos relacionales más complejos. Evitemos abusos y excesos y sustentemos la credibilidad desde la máxima empatía. Sabemos que querer es poder. Es, en realidad, lo que esgrimimos en estas líneas. ¡Suerte!