DOLOR Y GLORIA de PEDRO ALMODÓVAR by karlosrosagro

Pedro Almodóvar se encuentra en esa etapa de su vida, próximo a cumplir los 70, en la que ese afán recapitulador se convierte casi en una obligación. Si a este ansia por rendir cuentas con el pasado para poder seguir avanzando añadimos los achaques y el gusto por la hipocondría de Woody Allen, nos encontramos con un muy íntimo y muy particular punto y seguido.

Históricamente, la figura del artista siempre ha estado ligada a un aura casi mística, alejada del común de los mortales, y a una romantización que siempre ha tendido a proyectar su imagen envuelta de excentricidad y tormento, y con unas personalidades tan complejas como las relaciones entre el autor y el proceso creativo: unas veces adicción malsana y condena; otras, ejercicio liberador y vía de escape.

A principios de este mismo año hemos podido comprobar cómo un cineasta tan controvertido como Lars Von Trier expiaba sus pecados a través del medio cinematográfico con una perturbadora ‘La casa de Jack‘ que podríamos calificar como una suerte de reverso tenebroso de ‘Dolor y gloria’, en la que Pedro Almodóvar se desnuda por completo firmando un maravilloso ejercicio que brilla fascinante entre sus irregularidades.

Una película de hombres de este gran director de féminas donde, a partir de su sosias, un cineasta aquejado de multitud de dolencias que le impiden seguir desarrollando sus dotes artísticas, interpretado por Antonio Banderas, pasa revista a los principales padecimientos físicos y, sobre todo, a los dolores del alma que le han atormentado durante toda su vida. Entre ellos la separación profesional y emocional del propio Banderas desde «Átame» a «La piel que habito»; veintidós años de desvinculación.

He de confesar que no me considero, ni mucho menos, un devoto seguidor de la filmografía del manchego, pero existe algo casi invisible en su nueva película —un poso, una languidez latente entre excesos y caricaturas— que me hace caer rendido ante ella desde sus primeros compases.

Y es que los momentos en los que la realidad del propio Almodóvar se cuela de manera clara y contundente o sibilina y de tapadillo en la ficción son múltiples y alegran el ojo entrenado del cinéfilo versado en el cineasta

El uso inteligente de las pérdidas de conciencia del personaje principal para introducir los flashbacks que nos llevan a su infancia va orientando, poco a poco, el foco sobre el verdadero objeto de esta cinta que no es otro que un homenaje a la mujer que tanto le marcó.

Esa espinita que lleva clavada el artífice de «Hable con ella» desde el fallecimiento de Francisca Caballero y que le había impedido, hasta ahora, verbalizar, analizar y canalizar ese proceso de duelo a través de su creatividad, deja de ser una asignatura pendiente.

Los momentos tiernos suceden a los amargos, aunque no faltan los divertidos, en una hermosa carta de amor a su madre (con psicoanálisis incluido) que crece con el paso de los minutos y culmina de manera tan sencilla como magistral recordándonos que habíamos aceptado participar en este juego en el que el cine se mete dentro del cine para dejar en carne viva las entrañas de uno de sus más ilustres embajadores.

Pero ‘Dolor y gloria’, como bien refleja su título, es una cinta en constante dualidad que compensa cada uno de los aspectos mencionados anteriormente, brindando secuencias deslumbrantes a nivel formal —especialmente las ambientadas durante la infancia del protagonista—, una trama en constante evolución y que cobra sentido tras un memorable plano final, y la actuación de un Antonio Banderas descomunal que canaliza los demonios de su personaje y hace trascender sus muchos achaques —tanto físicos como espirituales— al patio de butacas.

En una pasaje de ‘Dolor y gloria‘, el personaje de Antonio Banderas afirma que «el mejor actor no es el que llora, sino el que sabe contener las lágrimas». Eso es precisamente lo que hace una película que no permite que las emociones exploten por completo, pero que aún así no ceja en su empeño de comprimir el corazón del respetable cada vez más a cada escena que pasa, transmitiendo dolor a espuertas, pero gloria cinematográfica aún en mayores cantidades.

Karlosrosagro

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