Mi gusto por las generaciones del 27 y del 98 es enorme. Las suelo citar de manera reiterada porque son una experiencia de vida y suponen un dinamismo para las existencias coetáneas y para el mundo literario en particular. Siempre se han dado talentos en todas las sociedades, sobre todo en aquellas que, como la española, acaparan miles de años de cultura, de formación y de evolución.
Los cánones de renovación, de valentía, de cooperación, de voluntad, de creencia en la innovación y en las labores de personas y de colectivos caracterizan unos momentos creativos que fueron, sin duda, excepcionales, y que no han tenido parangón ni antes ni después. Las figuras, siempre irrepetibles, lo son mucho más en estas etapas, que brillan con un enorme esplendor y que han marcado hitos importantísimos en las letras hispanas. Veamos los porqués de aquellas Generaciones surgidas del puente entre los siglos XIX y XX. La del 27, su simbología (insistamos en ello), sería soberbia, única.
Para entender a este Movimiento Literario hay que comprender a ese grupo humano maravilloso que le antecedió, con origen en el 98 y con elementos y personas de tránsito hasta los años 30. Tuvieron muchos puntos de coincidencia, de emergencia y de superación.
Así, creían en los «universales», con los que trabajaban. Estimaban que el mundo gira en torno a lo humano siendo respetuosos con la naturaleza. La voluntad, el esfuerzo, la solidaridad, el conocimiento y el arte son conceptos, elementos y bases cruciales para crecer, para no parar, para progresar. Lo dijeron desde sus excelencias, esto es, sus escritos.
Este grupo de personas que conforman la mencionada Generación, la del 98, o, en todo caso, Generaciones anteriores a la del 27, constituyen, ante todo, escritores muy ligados a las letras, con variopintos valores ideológicos, y siempre presididos por la determinación de la regeneración de ideas y por el progreso social. Cogen lo mejor de la etapa anterior de la alternancia política, y tratan de defender las premisas de la evolución, esto es, que el país no permaneciera estancado. La modernidad está entre sus preámbulos.
Sé que hay dudas, y hubo hasta polémicas, sobre si denominar generación o no a este grupo de intelectuales. En todo caso, lo que sí es verdad es que defendieron actitudes comunes de transformación del país, con una visión crítica de todos los errores de su momento, buscando formación e internacionalizar a la sociedad española, sacándola, en paralelo, de su ostracismo, ceguera y clausura. A este grupo le gusta también viajar: por ello conocen el país y a sus gentes, y tienen una óptica progresista.
Quizá sobre algunos nombres no nos pongamos de acuerdo, pero sí estaremos en sintonía a la hora de citar a Unamuno, a Azorín, a Valle Inclán, a Maeztu, a los Machado y Álvarez Quintero, a Ganivet, a Gabriel y Galán, al gran Pío Baroja, a Benavente, a Arniches, a Blasco Ibáñez, etc. Hay quien incluye también a músicos y pintores, de más o menos calado. Fueron fabulosos.
En todos ellos subyace y aflora una enorme rebeldía, un deseo de paz y de concordia desde el progreso económico y, antes que eso, formativo. Les afectó mucho la Guerra entre España y los Estados Unidos, que marca un antes y un después. También siguieron de cerca la I Guerra Mundial. En el cruce entre los siglos XIX y XX no entendieron el fracaso de la mente frente a lo irracional.
Piden la transformación de España
Por lo que se puede inferir, canalizaron el descontento de una manera objetiva, intentando hacer ver que había que superar las viejas estructuras tradicionales, así como el analfabetismo secular de España. El atraso financiero, y, como derivación de éste, el tecnológico, les lleva a demandar inversiones en estos ámbitos. Hablan de un modo diáfano.
Este grupo de intelectuales constituye una isla interesante en el contexto cultural español. Hoy en día son todavía una referencia para el pensamiento político, social y económico. Sus esperanzas truncadas, sus quehaceres para superar unas situaciones adversas, y la defensa del futuro desde la modernidad les hacen, igualmente, muy actuales. Les invito, os invito, a que leáis sus obras. En muchos portales de internet, y en la propia Wikipedia, podéis hallar bastante material de estudio, todo él de fuerte relieve.
El caso es que desde ellos, y no de otra guisa, llegamos a esa fecha emblemática del 27, en un estadio complicado en España, en Europa, y en ese país de referencia como son los Estados Unidos de América. La situación en España desembocaría en una cruel Guerra Civil. En Europa la coyuntura no acabó en mejor fortuna. En USA, la crisis del 29 fue terrible, y nada permaneció igual después de ella, hasta que este país entró, igualmente, en la II Guerra Mundial.
Por lo tanto, nos emplazamos en una era pésima en lo económico, con vaivenes e intensas luchas políticas y con una efervescencia cultural desbordante, quizá como compensación a la falta de ideas y de mejoras en otras esferas. Es el inicio de una potente Generación, la del 27, que toma el relevo, pero eso se lo contaremos en una próxima ocasión.

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Entraría en un laberinto de difícil salida y en un debate conmigo mismo, si tuviese que elegir entre una u otra generación. Por proximidad en el tiempo ando más cerca de la generación del 27 que de la del 98, nací en el 42 y el 98 me queda un tanto lejos y, a pesar de ello leía más a la quinta del de Monóvar, el benjamín del grupo; los otros no estaban tan a mi alcance por razones obvias. La censura.
Transcurrido el tiempo y por tanto entrado en años, he tenido más facilidad para el acceder a los frutos prohibidos, más reivindicativos y sangrantes.
Lo tengo difícil, entre otros motivos, porque son incomparables.
Gracias por tu aportación López Chico!