Cual Ave Fénix, Enrique San Francisco, resurge de la oscuridad de tiempos pasados y emprende su vuelo nuevamente agarrándose con fuerza al trabajo y a lo que más le gusta hacer en la vida: pisar un teatro y hacer reír a la gente. «Enriquecido» de humor llega esta noche al Nuevo Teatro Circo de Cartagena con un «buen puñado de vivencias y reflexiones personales que harán reír al público sin parar». Con el tiempo justo de quien tiene una agenda programada sin descanso, el actor y humorista detiene el tiempo unos minutos para charlar con “su gente Fénix” y pasar un rato de lo más divertido.
¿Cómo prefieres que te llame: Rogelio, Enrique o Quique?
A mí me gusta que me llamen Enrique pero no me ofende que me llames como quieras. Es posible que si me llamas Rogelio ni siquiera me gire. No es por nada sino porque es un nombre que me puso mi padrino a última hora para tener un nombre compuesto -risas-. Quique suena un poco raro por la edad que tengo pero, insisto, me puedes llamar como quieras.
Quique parece ser que te hace mucho más interesante. ¿Alguna vez te has sentido un latin lover del cine español?
He tenido mucha suerte con las mujeres y, afortunadamente, he estado con mujeres maravillosas pero nunca he tenido un aspecto físico para ser un latin lover. ¡Me faltan cualidades! -risas-.
Pues tus ojos azules son muy penetrantes. ¿Será ese tu mayor sexappeal para desbancar a Antonio Banderas, Javier Bardem o a Alex González?
Pues no lo sé. Aunque a veces los ojos son más bonitos no por como son, sino por la manera de mirar y yo parece ser que miro bonito -risas-.
Al mundo de la interpretación ¿llegas por casualidad o por frustración al no formar parte de la Legión Española?
-Risas-. Lo de la Legión son cosas de mi madre. La verdad es que nunca me sentí frustrado. Bueno sí, me hubiera gustado ser cirujano, ser músico pero no puedes pasar toda tu vida sintiéndote frustrado por no haber hecho lo que te hubiera gustado hacer -claro, suponiendo que hubiera tenido capacidad para ello-. Lo de ser actor surgió y aproveché la oportunidad.
¿Recuerdas tu primer casting, tu primer papel y tu primer sueldo?
Pues no me acuerdo. Porque mi primer sueldo tenía yo seis años y la que cobraba era mi madre. -risas-. Me preguntas por mi pasado y, sinceramente, no me acuerdo de muchas cosas. Seguro que si te metes en Wikipedia tendrás más información que yo. Soy más de vivir el presente -risas-.
Por cierto, ¿a quién te hubiera gustado darle un beso de película?
Más que darle un beso de película, me hubiera encantado darle un beso en mi casa a Brigitte Bardot o Sofía Loren que son las que me tocaban por la edad que tengo.
Flo, Quique San Francisco y Edu Soto en la sexta temporada de «Aguila Roja», ¡menudas tres patas para un banco!. ¿Habéis liado alguna en mitad de rodaje?
Yo todo mi trabajo en la serie es con David, el protagonista de “Águila Roja”, por tanto, no he coincidido con ninguno de ellos. ¡Ya me hubiera gustado!
Si te diera la oportunidad de poner orden en este país, dime por dónde empezarías. ¡Te quiero sin pelos en la lengua!
Voy a ser claro. Cerraría el Congreso. Les pongo rejas a todos y a tomar por c…. Incluso, también se las pondría a los que vayan a venir después porque estamos teniendo una oferta que como haya mucha demanda ¡yo me piro, vamos!.
¿Hacia dónde te encaminas ahora?
Mi meta en la vida es conservar la salud y, por otro lado, seguir trabajando con el favor del público. Tengo un trabajo muy especial que te permite estar en activo durante mucho tiempo pero este trabajo a su vez depende mucho de tu vida personal. La mía siempre ha sido una maravilla y a la vez un desastre. Es una vida que me ha resentido bastante y de la que he aprendido muchísimo también.
Te dejo porque sé que tienes prisa pero antes dame un consejo para alegrarme el día
Por si alguien se escandaliza y le resulta vulgar, te lo voy a decir sin tacos: la mejor terapia es «hacer mucho el amor» -risas-.
Me has pedido hacer una entrevista en tiempo récord y parece ser que lo hemos conseguido.
Tengo un coche esperándome abajo para ir a trabajar. Gracias. Un abrazo, ¡mi vida!