La canción de Roldán no es un libro de memorias. Tampoco una biografía. Ni siquiera un escrito de confesiones. Es una novela de no ficción. Una historia de crimen, castigo, culpa, expiación y redención. Su protagonista Luis Roldán, el prófugo más buscado de los años 90, ex Director de la Guardia Civil y partícipe del caso de corrupción más sonado en los últimos años del gobierno de Felipe González.
Una trampa de la vida. Eso ha supuesto para Fernando Sánchez Dragó La canción de Roldán. Crimen y Castigo. O mejor dicho, para Dragó, a secas, porque como él dice “yo ya solo soy Dragó. Fernando es gerundio. A los escritores no nos gustan los gerundios. Siempre firmó como Dragó, así que lo ha escrito Dragó”. Nomem est omen, el nombre es el destino.
No deja de ser extraño que alguien como usted caiga en una trampa.
Si eres escritor no. Hay una cita de Javier Cercas que dice que todo novelista ha experimentado en algún momento que no es él quien busca una novela, sino una novela quien le busca a él. Realmente me doy cuenta que tengo que escribir el libro cuando empiezo a leer los diarios que Luis Roldán escribió en la cárcel. Hasta ese momento fui tanteando, pasaron tres o cuatro meses. Pero cuando comienzo a descifrarlos me doy cuenta de lo que hay allí. Él no los escribe para que los lea nadie, ni para vengarse, ni para denunciar. Ni siquiera para que los lean su mujer y sus hijos. Lo hace porque le sale del alma cuando está aislado en la cárcel. Entonces me doy cuenta que estoy en la recámara más secreta de esta persona. Hay carnaza literaria. La trampa deja de ser trampa y yo soy más grande que ella.
La canción de Roldán ¿es una novela moralista?
Es una reflexión, un cuento filosófico. No es moralista en el sentido que yo no condeno a Roldán, no lo juzgo. Yo cuento los hechos y de esa exposición se saca una reflexión. Se retrata la condición humana y su tendencia a la corrupción. Lo que me ha interesado es el proceso físico, psíquico, moral, cultural económico y social vivido por Luis. Porque todos somos Roldán.
En 2013 el destino quiso que el ex Director de la Guardia Civil y el escritor coincidieran en el Teatro de los Gatos de Moscú. No se conocían. Luis Roldán llevaba tres años en libertad. Los últimos quince los había pasado recluido en la cárcel de Brieva (Ávila) tras ser procesado por malversación de caudales públicos, cohecho, estafa, prevaricación, falsedad documental y delito fiscal.
Unos días después de este fortuito encuentro, llegó la oferta del editor. Aquí comenzó la aventura de Dragó. Las dudas, las lecturas de los diarios, la investigación de los acontecimientos, la complicidad con su fiel escudero Javier Redondo y la periodista Anna Grau, la búsqueda de aquellos que vivieron la llamada “España del lodo”.
Para escribir esta novela se ha entrevistado con personajes que vivieron en primera persona aquellos acontecimientos como Antonio Asunción, Rafael Vera, Juan Alberto Perote, Cristina Alberdi, Julio Feo… ¿quién se le ha resistido?
Francisco Paesa, sin duda ninguna. He intentado dar con él, lo sigo intentando. Antes o después lo conseguiré porque esta “vivito” y coleando. Vive en París y viene a España. Con este libro se están produciendo siempre sincronías como el hecho que estos días se cumple el veinte aniversario de la captura de Roldán en Bangkok. Esas serendipias son las que me hacen estar convencido que el día menos pensado voy a entrar en un café y me daré de cara con Paesa.
Francisco Paesa, el espía de las mil caras, el hombre que fingió su propia muerte, que ocultó a Roldán en París durante su fuga, el que le convenció para que se entregara y al que el ex Director de la Guardia Civil señala como la persona que oculto 1.700 millones de pesetas (más de 10 millones de euros) conseguidos con malversación de fondos.
¿Alguien más que le hubiera gustado que le diera su punto de vista?
Juan Alberto Belloch y Narcís Serra. Renuncié a hablar con ellos porque supuse que no me iban a decir nada que no supiera. Además, yo no estaba escribiendo un libro de investigación política ni periodística, sino una novela. Lo que me interesaba era el proceso de crimen, castigo, expiación y redención de Roldán y el proceso mío escribiendo la novela. Y por supuesto falta ella.
Ella es Clara…
Sí, Clara (pseudónimo de la segunda mujer de Roldán). Está a través de los diarios de Luis. La trato con sumo respeto y tengo la esperanza que después de leer el libro baje la guardia y acceda a conocerme. Es una mujer muy interesante. Sé cosas de ella que nadie sabe, salvo ella y Luis, porque nadie ha leído los diarios. Ni siquiera Luis después de escribirlos. Soy la única persona que sabe lo que decía de su mujer en aquel periodo. La única condición que puso Roldán era que se respetase a su familia.
La canción de Roldán son dos historias que se cruzan. Por un lado, la del hombre que pasó quince años recluido en una prisión. Por otro, la aventura personal del autor para llevar a cabo su obra. Ambos han compartido horas y horas de charlas. Viajes a los lugares donde acontecieron los hechos. Conversaciones sobre sentimientos, literatura, religión, política, suicidio… una idea que pasó por la cabeza de Dragó y que abandonó tras el nacimiento del pequeño lobo, Akela. Su cuarto hijo.
Usted siempre dice que no entiende la vida sin los viajes, la lectura y la escritura. ¿Ha disfrutado escribiendo esta novela?
No. Es la primera vez en mi vida que me pasa porque yo siempre he disfrutado escribiendo. Nunca he tenido la agonía del folio en blanco de los grandes escritores y en esta ocasión sí. Era un tipo de literatura que no había practicado y me he encontrado con el duro trance con 75 años, 39 libros publicados y todo un currículum literario a mis espaldas. Había desaprendido todo, era como volver a la infancia, a la adolescencia. Eso fue durísimo. Al tercer año es cuando el avión empezó a despegar del suelo y me sentí feliz. Me estaba dando cuenta que estaba escribiendo un libro, el mejor que podía escribir que es lo que tiene que hacer un escritor. Luego será mejor o peor, eso lo decidirá el lector. Pero este es el mejor libro que yo soy capaz de escribir.
¿Qué ha supuesto para usted la escritura de «La canción de Roldán»?
He puesto mucho, me he volcado. Durante tres años, he estado trabajando 10 horas al día, 365 días al año. No me he permitido ni la más mínima digresión. En fin, aquello que decía Picasso de la inspiración existe pero si baja que te pille trabajando, sino no sirve para nada. He trabajado mucho y eso acaba dando sus frutos. Lo mejor que yo puedo hacer lo he hecho en este libro. No doy más de mí.
Con esta novela, cierra el círculo que empezó con «Gargoris y Habidis». Una historia mágica de España. Por aquel entonces ya era Dragó. ¿Cuándo dejó de ser Fernando?
(Risas). El día que descubrí un viejo adagio latino que dice “nomen est omen”, el nombre es el destino. Yo era Fernando, hijo de Fernando, periodista, que además tenía una deuda con su padre al que no había conocido. Tenía que hacer en la vida las cosas que mi padre hubiera hecho si siguiese vivo. Saldé mi deuda cuando escribí «Muertes paralelas». A partir de ese momento dije se acabo. Yo soy Dragó. Me gusta Dragó.
