Infelices hijos del bienestar

Corríamos hacia nuestra destrucción, habíamos vendido el alma al Diablo a cambio de un incierto bienestar, de una falsa seguridad, a cambio de ropa y objetos bonitos, a cambio de dinero y likes.

Nuestra sociedad, esta sociedad superficial en la que nadie quiere envejecer en un desmesurado culto a la juventud, que se aferra al placer legal, o ilegal, que se crea sus propias necesidades e ilusiones de usar y tirar, está condenada al fracaso.

Creyendo ciegamente que todo nos pertenecía, ahora se ve sometida a un confinamiento forzoso que ha hecho maravillas en la naturaleza, que por fin libre descansa un poco de nuestra continúa acción degradante y destructora. Ella nos da las gracias y algunos de nosotros lo entendemos así, agradecidos de por fin poder disfrutarla, en la distancia, sin tocarla, como un hermoso y eterno amor platónico.

Y descubrimos el disfrute de una tormenta encerrados en nuestras casas.

Saboreando cada gota de lluvia, y cada rayo de sol, felices, o infelices hijos de la democracia y del Estado de Bienestar. Mientras tanto, hacemos acopio de ropa para estar en casa; compramos pijamas, ropa interior, kimonos y batas. Lo cortés no quita lo valiente, y estar seductores nos anima a no descuidarnos, y a que nuestro ánimo no decaiga. Constatado está que en épocas de crisis, la barra de labios de color rojo es el cosmético más vendido.

Lloramos a nuestros muertos con el corazón, aplaudimos a estos nuevos héroes que se dejan la piel día a día por nosotros,  sufrimos con el dolor y las penurias de tantas y tantas personas a las que esta pandemia ha dejado sin nada…

Constatado está que en épocas de crisis, la barra de labios de color rojo es el cosmético más  vendido

Por favor, no nos olvidemos. Aprendamos y reinventémonos. Hagamos que todo este dolor y sacrificio no sea en balde.

Y cuando salgamos a la calle, valientes, con el inmenso placer de sentirnos libres al fin, dueños de nuevo de nuestros actos, seamos conscientes de esa felicidad, no demos nada por seguro, pues nada está escrito. Gocemos, visionemos una nueva forma de vida, de sociedad, de amor… Solo así habremos vencido.

Os dejo este poema en prosa que se ha hecho viral, fechado en 1800 durante una pandemia de peste.

En tiempo de pandemia

Y la gente se quedaba en casa.

Y leía libros y escuchaba.

Y descansó e hizo ejercicio.

E hizo arte y jugó.

Y aprendió nuevas formas de ser.

Y se detuvo.

Y escuchó mas profundamente...

Alguno meditaba.

Alguno rezaba.

Algún otro bailaba.

Alguien se encontró con su sombra.

Comenzaron a pensar de un modo diferente.

Y la gente sanó.

Y en ausencia de personas que vivían de forma, peligrosa,

sin sentido y sin corazón,

incluso la Tierra volvió a sanar.

Y cuando el peligro terminó

y las personas se reecontraron,

lloraron por sus muertos.

Y tomaron nuevas decisiones.

Y soñaban con nuevas visiones.

Y crearon nuevas formas de vida.

Y curaron completamente la Tierra.

Así como se curaron ellos.

No hay nada nuevo bajo el sol, aprendamos…, por favor.

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3 comentarios en “Infelices hijos del bienestar”

  1. Avatar

    Leídos tus pensamientos de persona positiva ante una situación que nadie había leído en sus manuales, prevista por nuestros regidores y sin precedentes en la historia reciente, la sociedad, nosotros, tenemos un nuevo reto.

    ¿Volverá a ocurrir? ¿Estaremos preparados? ¿Nos ha mentalizado a algo?

    Mañana cuando todos volvamos a la normalidad, nos olvidaremos o tendremos la precaución de estar preparados?

    Enhorabuena por tus reflexiones escritas.

Los comentarios están cerrados.

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