Como estos días han sido propicios para revisar el fondo de los armarios, he corrido a ver qué había en una gran caja de cartón del sótano que aún conservaba el embalaje de la última mudanza. No me podía imaginar que de aquel envoltorio que ponía frágil en el lomo, iba a salir mi vida en cintas de cassette.
La memoria es curiosa cuando pasan estas cosas, porque recuerdo hasta la última de aquellas carcasas. Compré muchas en las áreas de servicio de las autopistas, porque cuando en los 80 arrancaba el R5 y salía de Málaga para regresar a la casa de mis padres, no había nada que me diera más gusto que comprar una cinta chula y mezclarla con todas las que tenía grabadas.
Aquellos mil kilómetros sabían a gloria, porque sonaban las canciones de Christopher Cross y de Shakatak deshaciendo paisajes que rozaban el Mediterráneo. Cintas BASF de 90 color naranja con recopilaciones increíbles de John Denver, Carole King, James Taylor, The Flying Burrito Brothers, Poco, Eagles y Carly Simon, que me hacían cabalgar como Roy Rogers o El llanero solitario por las montañas de mi infancia.
Grabaciones de música progresiva, composiciones que aún escucho gracias a la cosa digital.
Grupos inolvidables como Iceberg, Música Urbana, Guadalquivir, Imán, Barcelona Traction, Secta Sónica y tantos genios que disfruté en festivales como el Canet Rock, viviendo de arena y amores que desaparecían con el mismo ímpetu que llegaban.
Las cintas son una fotografía tan exacta de uno mismo, que mirarlas, colocarlas en el cassette un rato y deleitarse con el recuerdo de una alegría, una escena o una pupa del corazón, ayuda a comprender que aquellos soportes analógicos conformaron el rompecabezas de lo que somos.
Como Mesita de noche, la canción de Víctor Víctor que siempre me ha gustado. Lo sé. Es una debilidad. Pero me paro cuando la escucho, porque imagino que, como le pasa a la chica de ayer que vive en nosotros, debe ser una canción que me recuerda un antiguo estremecimiento.
Hay quien abre la mesita y aparecen cartas de antiguos novios que no ha tirado, fotos de la facultad en las que no se reconocen caras ni nombres, trozos de entradas a conciertos que te emocionan cuando ves en la memoria los ojos que una noche te dijeron que eras el sitio de su recreo.
Guardo tu amor en mi mesita de noche, yo lo guardo, yo lo guardo como un broche en mitad del corazón. Una TDK de 60 me está haciendo cucamonas: ¿serán Supertramp, Camel, Genesis, Police y Pink Floyd?. Me rindo. Sois vosotros, amigos de tantas tardes grabando, para que la carretera nacional fuera una partitura perfecta. Voy a darle al play, que la música me está esperando inquieta, porque hace mucho tiempo que no la recorro en el viejo Renault amarillo.
Nos vemos en el Penta, que hay aniversario de Antonio Vega y voy a ver si la vida se deja llevar.
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