Aprovecho el cautiverio para darle rienda suelta a la memoria fina.
Si hay un recuerdo del instituto que siempre conduce al sitio de mi recreo, es el de las seis de la tarde, cuando los chavales pasábamos el rato sentados en los escalones del colegio de las chicas. Allí tomaban vida las conversaciones, las primeras miradas con escalofrío, y algo maravilloso: sus carpetas. ¿Qué chica que haya hecho la EGB y el BUP no se acuerda de cómo llevaba decorada su carpeta?. Allí habitaba Leif Garret con su melena surfera, Pedro Marín, Miguel Bosé, Los Pecos, Tom Berenguer y su bigotazo y un inolvidable Iván, el de la fotonovela que suena en nuestra memoria como fondo emotivo-musical. Y junto a las fotos, las frases: “Si mi boca fuera pluma y mi corazón tintero, con la sangre de mis venas, escribiría te quiero”. Y aquella que hablaba de lágrimas que no veían el sol y ocultaban también las estrellas, o una cosa parecida. Claro, como los tíos éramos más bastos que un serón, no teníamos las carpetas con aquellas frases. Lo nuestro era más de “pasamos mu buenos ratos echando pan a los patos ”, ripios que se mezclaron en nuestro cerebro adolescente con la poesía de Miguel Hernández y el sueño de ganar un apartamento en Torrevieja en el Un, Dos, Tres.
¿Qué chica que haya hecho la EGB y el BUP no se acuerda de cómo llevaba decorada su carpeta?
Estoy seguro de que si ahora volvemos a echar un vistazo a nuestras antiguas carpetas, nos va a correr por la chepa un ramalazo de melancolía sobre aquellos momentos tan irrepetibles, donde había una chica nueva que se llamaba Farala, tu primer viaje, tus primeros aplausos, tu primer amigo, tu primera canción y tu colonia Chispas, que le ponían el mejor aroma a nuestras ganas de vivir. Así que regreso a mi carpeta cautiva y confinada para despedirme: “Como sé que te gustan los garbanzos torraos, por debajo la puerta te echo un puñao”. Que haya alivio.
PLAY-LIST ESENCIAL PARA ESTE MOMENTO VINTAGE DEL BACHILLERATO