Dicen que está muerta, y yo creo que no. Puede que sí lo esté en esta dimensión, pero la percepción ha de ser otra. Hablo de Margarita Salas Falgueras. Fue bioquímica, genetista molecular y profesora, alcanzando el grado de Catedrática, además de poseer, entre sus cientos de reconocimientos, varios Doctorados Honoris Causa, como fue el caso del otorgado por la Universidad de Murcia (fue la primera mujer en recibirlo).
Como punto de referencia para contextualizarla, hemos de glosar que fue una pionera en todo, o en casi todo. Como mujer abrió camino en departamentos, en cátedras, en responsabilidades, en conquistas en la investigación. Se formó desde bien joven, teniendo a un padre médico como emblema de su formación en campos científicos y médicos que le han hecho acreedora de méritos muy variados.

Discípula de Severo Ochoa
Fue discípula del inmenso Severo Ochoa. Pasó con él fructíferos años en los Estados Unidos de América. En Nueva York respiró una espléndida sabiduría, que devolvió con creces. Sus 81 años han estado cargados de mucho trabajo y de hondas satisfacciones. Enumeraba ella, asimismo, algún sabor agridulce, pero es que, como comprobamos, la vida es así. Este país nuestro, España, no siempre está a la altura de los suyos, pero lo importante es que los suyos sí lo están, parafraseando al poeta.
Graduada en Ciencias Químicas, desde entonces todo ha sido escalar montañas más y más altas: ha podido disfrutar de la gloria de sus hallazgos y de sus contribuciones a la investigación, pero, fundamentalmente, ha tenido el reconocimiento de su pueblo y hasta de su patria chica, Asturias (nació en Canero).
Tiene calles e institutos por toda España. Ha pertenecido a varias academias científicas e incluso a la Real Academia Española de la Lengua. En muchos territorios ha descollado. Sin duda, podríamos estar horas subrayando sus logros, sus proezas y su extenso currículum. Junto a su historial, y por encima de su biografía profesional, entendemos que ha cultivado enormes dosis de humanidad. Ha sido un irrepetible ser humano. Ha fomentado, y de esta guisa lo reseñaba ella misma, la voluntad como base de los triunfos que ha ido atesorando.

Multitud de reconocimientos
Las Casas de Asturias le han rendido genuinos homenajes en vida, y hasta fue nombrada Marquesa de Canero en 2008. Fue un leal acierto, puesto que se constituyó, este título nobiliario, que es hereditario, en un símbolo de su maestría y saber hacer, que ha compartido hasta los últimos días de su existencia terrenal.
Entre sus descubrimientos, un tipo de glucoquinasa, de enorme trascendencia. No obstante, lo más brillante ha sido el lujo de poder constatar que lo bueno, lo positivo, también gana muchas partidas. Ella supo hacerlo de manera sobresaliente, y, para más honra, cuando para una mujer era todo mucho más complicado.
Es aconsejable que no la olvidemos. Es de bien nacidos el ser agradecidos, y a ella le debemos mucho, más de lo que unas sencillas letras pueden ponderar. Leamos sobre sus “milagros”, y mancomunemos todo lo que nos regaló. ¡Larga vida a Margarita Salas!
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