Existe numerosa literatura sobre lo que debemos, hacer o decir, a los niños ante el divorcio de sus padres.
En el inicio las intenciones son siempre maravillosas, todos proponemos soluciones que beneficiaran a los niños y a menudo decimos a los demás que ellos, los niños, son lo primero, que no queremos que sufran y que como, Belén Esteban, por ellos matamos…
Pero la realidad es bien distinta, pocos son los que verdaderamente terminan por pensar solo en los hijos y al final, la mayoría de los mortales, cometemos los mismos fallos garrafales que vistos de lejos, en plan película futurista de nuestras vidas, nos pondrían los pelos de punta… Quien no ha dicho de su propia experiencia de divorcio: «si hace un año me cuentan que me iba a pasar esto no me lo creo”.
Así que, más que hablar de lo que debemos hacer con los niños cuando tomamos la definitiva decisión de trastocarles la vida, deberíamos tener en cuenta unas cuantas cosas que NO debemos hacer:
- Contarle al niñ@, que es el otro papá o mamá, quien no nos quiere ya y por eso tengo que irme de casa, cariño.O sea traducido: te quiero mucho, no quiero hacerte daño, pero tu mama es una bruja que me ha echado de casa, o viceversa.
- Utilizar al niñ@ de mensajero. No nos hablamos casi, mantenemos una comunicación precaria y lo poco que lo hacemos es para discutir, así que, aprovecho ratitos de feliz encuentro con mis hijos para lanzar mensajes estupendos a mi ex del tipo: “dile a tu mamá que es ella quien quiso tal cosa”, “le dices a tu papá que si de verdad te quisiera no le haría a mamá tal otra”….
- Intentar ponerle de nuestra parte: o ganártelo comprándolo. Dicho así puede sonar extremo: comprar, pero es demasiado frecuente comprobar como se les colma de atenciones desmesuradas de tipo económico o se le permiten ciertas licencias en nuestra compañía que no permitiríamos en circunstancias normales, para que no sufra y nos quiera más que al otro; algunos de estos ejemplos: que coma lo que quiera, que se acueste cuando y donde quiera…
- Culparle de la situación o pedirle cosas que no somos capaces de hacer nosotros. Esto también es bastante común, a menudo se les dice que cuando papá le diga tal cosa, ellos le tienen que contestar tal otra. Pedimos a los niños que hagan alarde de una asertividad que no conocemos nosotros como adultos, ni de lejos y los sometemos a presión. Por que sienten que como no son capaces de decir ciertas cosas son malos y causan, o no evitan, algunos problemas o enfrentamientos entre los mayores.
- Achacar todo lo que le ocurre al niñ@ a la propia situación de divorcio. O sea: ser parciales. Si suspenden, será por el divorcio, si nos contesta mal, será por el divorcio, si no quiere recoger la ropa de la ducha será por el divorcio…, y claro, al final va a ser que si, se aprovechan y aprenden a sacar partido de la situación.
- Volver una y otra vez con la ex-pareja por los niños: Esto, que por desgracia también es demasiado frecuente, no permite a los niños hacerse a la idea y adaptarse a la nueva situación. Que sus padres se separen es duro, pero no mortal, lo único que los trastorna es que no les permitamos adaptarse tranquilamente a una nueva forma de vida. Si nosotros estamos bien, ellos lo estarán también.
- Permitir que la familia extensa ‹abuelos, tíos, etc› hablen a menudo a los niños, o en su presencia, de lo muchísimo que NO quieren a la ex-pareja en cuestión y se dediquen a cortar trajes sobre como deberían ser las cosas si ellos pudieran intervenir y decirles todo lo que se merecen y nadie les ha dicho.
En definitiva, no mantenerlos al margen y meterlos en el convenio junto al ajuar de las casas y los coches, utilizándolos como moneda de cambio.
La decisión de divorciarse es difícil y debe ser definitiva, pero sobre todo ADULTA. Los niños no deberían formar parte del coctel de sentimientos y de acontecimientos a los que nos enfrentamos cuando iniciamos el proceso.
“Me separo de ti por que ya no podemos estar juntos, pero siguen siendo nuestros hijos y tenemos el derecho y la obligación de que sean felices, así que, vamos a procurarlo”.
Tirando de ellos como si de chicles se trataran no se le hace más que daño irreparable a ellos.
Los niños sólo viven su infancia una vez, pensemos de verdad en ellos.
Muy interesante artículo. Gracias.