Adela recordó con una punzada en la boca del estómago el momento en el que regaló un smartphone a Nadia, su hija mayor, nada más soplar las catorce velas. Le parecía doloroso imaginar a su hija como una desgraciada por ser la única de su grupo que no tenía un último modelo.
Tras las primeras semanas, la actitud de Nadia comenzó a tornarse silenciosa y huidiza. Adela pensó en los exámenes. Pero no: Nadia solía frecuentar la matrícula de honor y el sobresaliente con la misma facilidad con la que se comen palomitas en el cine. No podía ser eso.
Luego pensó que los jóvenes de hoy lo tienen todo y que se acostumbran demasiado pronto a lo bueno. Y que nada que ver con la juventud de ella, la de Adela, que no tenían más que para pipas y eran felices con eso y con ver a Pierce Brosnan en Remington Steele por las tardes. Puro exhibicionismo intergeneracional, concluyó. Descartado.
La alarma llegó cuando descubrió que las ojeras no eran producto de las noches de estudio de Nadia –había suspendido cuatro–, sino del sexting del que fue víctima a través del puto smartphone, obligándola a enviar a un pirata tecnológico salido buen número de fotos de su cuerpo desnudo, comprometiéndola para el resto de su vida.
Y ese fue el momento en que Adela deseó tener un superpoder: el de volver atrás en el tiempo y regalar a Nadia por su catorce cumpleaños una entrada al parque de atracciones.
Por encima de los muros: por Javier García Moreno
Microrrelatos Generación Ficción: “Sólo faltas tú”
Microrrelatos Generación Ficción: “Cita a las 2:30”
Microrrelatos Generación Ficción: “Entre el miedo y el deseo”
Llevaba meses mirándose al espejo con detenimiento cada mañana y comprobando que el hombre que…