Jaime estuvo toda la noche soñando con el partido. De hecho, sería el más importante de su carrera, no por ser el último –que lo era–, sino porque sería su última oportunidad de hacer caso de una vez por todas a Beni, su viejo entrenador.
–Olvídate de la gente –le dijo el anciano–. Eso te impedirá dar todo lo que tienes para conseguir tu objetivo. Y tu objetivo no es poner un balón ovalado detrás de una línea. No. Tu objetivo es hacer del rugby el mejor escenario para la lucha entre personas, un medio para ser mejor tú y hacer mejores a los demás, incluidos tus rivales. Podrás ganar partidos, pero si no lo das todo nunca sabrás realmente qué demonios es este deporte. No podrás demostrar que el rugby es la única guerra útil.
–Lo haré, Beni.
Sin embargo, Jaime se convirtió en un jugador muy popular y siempre pensó demasiado en la gente. Pensó en no romperse y jamás tuvo la sensación de haber corrido con todas sus fuerzas, por dosificar las energías y así alargar su carrera.
Años después, el viejo entrenador murió. Jaime sintió su muerte, pero sintió mucho más no haber seguido el consejo de Beni de entregarse al completo para hacer del rugby la única guerra útil.
Ahora estaba ahí, disputando un balón suelto ante un adversario quince años más joven, más rápido y puede que más fuerte. Y decidió darlo todo para atrapar ese balón, incluso si para ello fuera necesario volar.
Realizador y guionista.
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