Miguel Mihura, «El hombre del buen humor», por Juan Tomás Frutos

Ninette y un señor de Murcia es una emblemática obra de Miguel Mihura. Las peripecias de un murciano en París caracterizan la original personalidad de un autor de reconocimiento tardío, pero en la nómina de los escritores de 1927 de pleno derecho. Hay quien habla de la “Otra Generación” por las peculiaridades de estos intelectuales. Con un vocabulario rico y con una técnica para atraer al lector sumamente fortalecida es un literato excepcional que nos regaló creaciones hasta casi el final de sus días. La última fue “Solo el amor y la Luna traen la fortuna”. La escribió en 1968. Moriría diez años más tarde con un absoluto reconocimiento social y cultural. Su periplo fue tan profundo que se impuso finalmente la evidencia de su valía.

Tenía casta: venía de una familia dinámica desde el punto de vista artístico. Su padre fue empresario empresarial. Entre sus amigos más reputados sobresale Enrique Jardiel Poncela. Su trabajo de mayor renombre fue Tres sombreros de copa, que, debido a la Guerra Civil, publicaría a finales de los años 50. Se movió entre el humor, el entretenimiento, la sátira y lo absurdo. Sin duda, en sus obras hay una extensa evolución, y siempre detectamos una denuncia social. Su fina ironía y la sabia textura de sus textos involucran a quienes se aproximan a ellos. No deja impasible a nadie.

Trabajó, como ocurre con otros escritores de relieve, de periodista. De hecho fundó revistas comprometidas con su tiempo como fueron “La Ametralladora” y “La Codorniz”, donde la impronta de un humor ácido, amargo, está más que presente. Eran etapas variopintas: se ejercía un Periodismo de compromiso con la sociedad y con una alta dosis de inteligencia y de refinamiento en su ejercicio.

No ignoramos que tuvo militancias políticas, con lo que ello supone, pero, ante todo, se confesó un escritor, en sus primigenios tiempos bohemio, que se entregó a la causa de la literatura desde su más tierna adolescencia. Serían las condiciones y circunstancias históricas las que demorarían sus éxitos. No fueron décadas fáciles para ningún colectivo.

Dentro de sus escarceos con el mundo del Séptimo Arte colaboró en el guión de la película “Bienvenido, Míster Marshall”, todo un símbolo de un cine reivindicativo que utilizaba el humor para sancionar determinados comportamientos. Hizo un triunvirato perfecto con Berlanga y Bardem. Hablamos de unos incipientes y gloriosos años 50. Fue una persona igualmente comprometida con los ideales de libertad. “La bella Dorotea” parte de una sociedad que, según nos manifiesta, está necesitada de transformaciones.

Se habla de dos etapas en su devenir como escritor: la primera es de enfrentamiento entre los protagonistas de sus libros, de enorme tensión, como “El caso de la mujer asesinadita”; y hay un segundo estadio más de corte policiaco, en el que descuella “Maribel y la extraña familia”. En todo su periplo se disfruta su infinita calidad.

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De altura

Lo cierto es que el tipo de literatura que representa Miguel Mihura es de mucha altura, con un talento natural que apunta gran sabiduría. Invita a reflexiones pausadas, a conocimientos de los entornos históricos, e imprime unos caracteres que, según entendemos, contribuyen a un crecimiento de la voluntad y a la formación de los lectores. Por eso animamos a aproximarnos a sus escritos.

Es verdad que, en algunos casos, se mueve en estereotipos, en tópicos que sorprenden, fundamentalmente con el paso de los años, y que nos permiten advertir todo de otro modo, pero lo cierto es que, dentro de su sencillez, esta forma de escribir de Mihura nos propicia una óptica independiente y creíble que golpea y no deja silentes las almas de quienes se acercan a estos recorridos narrativos o teatrales.

Este madrileño universal nos decanta hacia un mundo ficticio sumamente atractivo y a un mundo literario lleno de guiños al lector, que aprende términos y se empapa de nuevas estructuras para contar historias y dialogarlas. Hay un atrevimiento culto en el género de la comedia que aquí se cosecha. No olvidemos que el buen humor es un signo de suave inteligencia. Cuando quieran pueden comprobarlo en el caso que nos ha ocupado.

Juan Tomás Frutos. Periodista de RTVE
Juan Tomás Frutos. Periodista de RTVE

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