Durante mucho tiempo se creía que nuestro componente genético se debía a la secuencia de nucleótidos en el ADN; es decir, se pensaba que si poseemos un alelo de un gen o una mutación que marca para una determinada enfermedad, irremediablemente deberíamos padecer dicha enfermedad.
Sin embargo, hoy en día se conoce que el poder abrumador que creíamos que poseían los genes no es tan trascendental; en nuestro genoma pueden existir alelos que codifican enfermedades u otras características fenotípicas que puede que no se lleguen a expresar en ningún momento de la vida del individuo, o que sólo se expresen ante circunstancias ambientales particulares. Así, los genes estarían sujetos a interruptores que los encienden y apagan alterando el fenotipo de la persona. El estudio de estos interruptores génicos se denomina epigenética
En este sentido y en contra de lo que inicialmente se creía, la investigación actual demuestra que no estamos predeterminados por nuestro genoma. Sino que las acciones que llevemos a cabo en nuestras vidas, es decir, lo que comemos, cómo dormimos, si hacemos ejercicio o incluso cómo usamos nuestra mente, pueden cambiar nuestro epigenoma, pueden cambiar nuestros genes y en definitiva pueden cambiar nuestro destino.
Esta idea optimista de la herencia presenta una gran importancia ya que estos cambios no están restringidos a nosotros, sino que parece ser que pueden pasar a nuestros hijos o incluso a los hijos de nuestros hijos. En otras palabras, la epigenética NO cambia el ADN, pero decide cuánto o si algunos genes se expresan o no en diferentes células de nuestro cuerpo.
Podemos modificar nuestros genes comiendo bien
Según un estudio realizado por nuestro grupo de investigación en 60 mujeres en las que se incluían 20 de peso normal, 20 con sobrepeso y 20 obesas, observamos que el grado de metilación del ADN del gen “reloj” CLOCK aumentaba con la obesidad. Este gen reloj, junto con otros genes de la misma familia, pone en hora a nuestro organismo. Cuando el gen CLOCK no se expresa bien, hay mayor tendencia a la obesidad, a presentar peor calidad del sueño, y a acumular más grasa en la cintura. Nuestros resultados mostraron además que aquellas mujeres que picaban con frecuencia, comían rápido, o comían cuando estaban aburridas, llegaban a metilar el gen CLOCK, hasta ¡12 veces más!, lo que dificulta la expresión del gen y por tanto su funcionamiento.
Pero ¿sabéis lo mejor? esta metilación es reversible. Si durante un tiempo dejamos de picar entre horas, ya no comemos cuando estemos aburridos o comemos un poco más despacio, “desmetilaremos” en gen CLOCK, haremos que se exprese mejor, esto nos ayudará a estar más delgados, dormir mejor, y en definitiva a estar más sanos.
No comas cuando estés aburrido, estarás metilando el gen CLOCK.

Marta Garaulet Aza Doctora en Farmacia y Master en Salud pública por la Universidad de Harvard, Mass. EE.UU. Es en la actualidad Catedrática de Fisiología y Bases Fisiológicas de la Nutrición en la Universidad de Murcia y Directora de Centros de Nutrición Garaulet
Su actividad docente e investigadora siempre ha estado relacionada con temas de nutrición, en especial sobre obesidad, publicando más de 150 artículos científicos en las mejores revistas del mundo, tales como la “American Journal of Clinical Nutrition”, la «International Journal of Obesity», la «Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism» o «Current Opinión in Lipidology» entre otras.
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