El saludo, además de ser una forma de cortesía, es una demostración de amabilidad. Conviene saber que la etiqueta no va referida en exclusividad a la forma en que nos vestimos sino también a la imagen que proyectamos al hablar, gesticulando o empleando un determinado lenguaje. Las normas actuales de etiqueta establecen que debemos ponernos de pie cuando saludamos a otra persona, exceptuándose señoras o caballeros de edad avanzada o con dificultades de movilidad física.
Estrechar la mano de manera, cordial y firme, sin que esté sudorosa, demasiado fría y, mirando a los ojos (sin desafiar) transmite alegría, seguridad, personalidad y predisposición. En España saludar con un beso en la mejilla es lo más habitual pero en el entorno de la empresa se considera poco profesional, sobre todo hacerlo en el primer encuentro. Es mejor dejar el gesto de besar para la despedida, cuando se supone que la relación se ha consolidado algo, y en el caso de hacerlo se aproximarán ambas mejillas, no dando el beso directamente en la cara, siendo aconsejable en todo caso que el hombre no tome la iniciativa de besar a la mujer en una presentación y así evitará llevarse el chasco de que le retire las mejillas para darle la mano, es mejor esperar a que ella dé el primer paso.
España se caracterizó durante muchos años por ser uno de los países donde más se practicaba la cortesía y los expertos en esta materia afirman, desde hace muchos años, que hemos pasado a ser uno de los países donde menos se practica. Hace unos días pudimos ver un buen ejemplo de ello cuando el empresario catalán, Alex Fenoll, negaba el saludo al Príncipe Felipe en el Mobile World Congreso de Barcelona. Cuando, conociendo las técnicas de comportamiento y etiqueta en general, tomamos la decisión de actuar de tal manera que vaya contra las mismas demostrando una posición ideológica con respecto a determinada situación o porque decidimos mostrar en un evento una imagen concreta que no coincide con la que demanda la etiqueta puede ser una postura coherente pero en el mundo empresarial puede conllevar una sanción social reflejando un rechazo y una situación negativa que se ampliará a la empresa que representamos.
La cortesía no es otra cosa que respeto, tolerancia y amabilidad, algo que costando lo mismo que la descortesía siempre es mucho más rentable.
Carmen Martínez Morales
Directora Instituto Internacional Imagen y Moda