PROTOCOLO PARTE II. «NUESTRO HIMNO NACIONAL». POR CARMEN MORALES

Pensar que la mayoría de los españoles sólo conocen de nuestro himno nacional que no tiene letra y que no es necesario colocar la mano en el pecho mientras se escucha es una exageración. ¿O no?… Con su uso en el Funeral de Estado de Adolfo Suárez y la Semana Santa surgen muchas preguntas en torno a su utilización en determinados actos.

El origen del Himno Nacional está en un toque militar llamado “Marcha Granadera o Marcha Real Española”, así lo recoge el Real Decreto de 10 de octubre de 1997 y en esta disposición se regula este símbolo de representación de la nación española.

Esta norma describe los compases musicales, las versiones del mismo y cuándo se ha de utilizar cada una de ellas. La versión completa se interpretará en los actos de homenaje a la bandera en los que asistan Sus Majestades  o respectivos consortes y en todos aquellos recogidos en el Reglamento de Honores Militares. La versión breve o reducida se interpretará en los actos oficiales a los que asistan el Príncipe de Asturias, los infantes de España, el Presidente del Gobierno, actos deportivos o de cualquier naturaleza en los que haya una representación de España y en los casos previstos en el Reglamento de Honores Militares.

La controversia se desata por su uso en determinados actos religiosos, uso no regulado expresamente en la norma mencionada.

La mayoría del colectivo de expertos en protocolo consideran que los Funerales de Estado deberían ser laicos dejando claro que ninguna religión tiene carácter estatal, así como también abogan por la desaparición de determinados símbolos religiosos en actos oficiales. Sin embargo, considero que la aconfesionalidad del Estado está perfectamente recogida en la Constitución (art. 16.3) y con ella queda claro que el Estado Español no se adhiere ni reconoce oficial ninguna religión, pero esto no le impide tener acuerdos con ciertas instituciones religiosas.

El Estado español, como la mayoría de los Estados democráticos de base católica es aconfesional, no laicista. Personalmente apuesto por no olvidar que detrás de cada acto hay personas, y el respeto a las creencias y costumbres no tiene que convertirse en una incompatibilidad en ese proceso de puesta al día de muchas técnicas protocolarias. Está claro que al protocolo oficial le queda mucho camino por recorrer en ese proceso de actualización que ya ha emprendido pero con respeto y naturalidad se hará más sencillo conseguir finalmente estar acorde con los nuevos tiempos.

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Carmen Martínez Morales

Directora Instituto Internacional Imagen y Moda

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