La vida está llena de presentes. El estar vivo y con salud es uno, el principal. El aprovechar lo que tenemos, el tener raciocinio para ello, es otro. Dar con amigos, tener una familia, poder disfrutar de lo nimio y de lo importante, viajar, querer, ser amados, aprender, son opciones, conceptos y oportunidades que nos brindan felicidad, si interpretamos que ésta aparece cuando estamos preparados, buscándola, sí, pero sin perseguirla. La mesura siempre es un eje para que la existencia discurra como debe.
Cada día es una elección, una ocasión más, un anhelo, la proyección de objetivos, que, cuando menos, hemos de intentar desarrollar. El regalo mayor que podemos otorgarnos es tener voluntad de superación, el no venirnos abajo, el progresar desde la perspectiva de que todo puede mejorar, fermentar hacia una dimensión más óptima. Observar esta realidad desde el silencio y sin obsesiones nos puede alimentar el corazón: éste marca el itinerario, o debe.
Así, pues, nos hallamos ante una nueva jornada en la que hemos de nutrir el espíritu y fortalecer el cuerpo desde la convicción de que querer es poder. Recordemos que en muchos momentos y etapas de nuestras vidas nos salva la confianza en nuestras posibilidades. No sólo se mueven las montañas con la fe: nos trasladamos nosotros mismos y nuestras benditas ilusiones.
Intentemos elucubrar y cantar el rédito de cada realidad. No nos cansemos en vacío. No es útil. Somos muy capaces, más de lo que imaginamos. Lleguemos a nuestro destino, conociendo, claro, las salidas y la meta. Podemos. Mucho. Más.