Últimamente se habla con frecuencia de la invasión y avasallamiento de la corriente del pensamiento positivo sobre el individuo y la sociedad.
Este tipo de doctrina se basa en el encuentro de los objetivos del individuo por medio de una actitud positiva que lleva en los casos más extremos a la responsabilidad de las circunstancias de uno mismo, a pesar de que existan graves impedimentos para actuar sobre el medio, culpabiliza al individuo de sus resultados negativos en la vida sin ningún tipo de concesión.
En realidad esto no es nuevo, generalmente nos cuesta otorgar el derecho a sufrir y sentirse mal a los que nos rodean, damos una palmadita en el hombro y esperamos que se le pase o que inmediatamente ponga los medios para paliar su situación, sin tener en cuenta las circunstancias o la magnitud del evento. Resumimos la solución en una amalgama de deja de quejarte y sigue adelante, no es para tanto, si pero lo que tienes que hacer… sin permitir a la persona que llore su situación.
Necesitamos expresar nuestro malestar, verbalizarlo y compartirlo con los demás, cuando lo hacemos casi de forma invariable nos sentimos mejor:
- porque compartir la experiencia nos puede ofrecer una perspectiva distinta,
- porque nos da la oportunidad de organizar lo ocurrido, encajamos las piezas como si de un puzzle se tratase.
- porque nos sentimos menos solos si compartimos nuestras inquietudes.
Porque los demás aportan sus vivencias y aprendemos de ellas y hasta normalizamos nuestra situación, con apoyo emocional y presencial. A partir de ahí podemos instar a la persona a seguir adelante.
Debemos entender que el sufrimiento es parte de la vida del ser humano, querer eliminarlo es como intentar acabar con un brazo o un ojo, como querer suprimir el hambre o el sueño.
El dolor y el malestar ante un evento es similar a la fiebre que nos dice que algo está mal, un proceso febril significa una lucha del organismo por acabar con un mal que lo ataca y el dolor no deja de ser un proceso que nos predispone a recolocar nuestro interior, a armarlo nuevamente ante un destrozo emocional, tan necesario como esa fiebre que nos dice que estamos enfermos, que durante unos días estaremos mal y que debemos chequearnos para poner los medios precisos para mejorar con la alimentación, reposo, farmacología… así también actúa el malestar cuando algo nos sale mal o el sufrimiento ante una pérdida.
Debemos estar preparados para asumirlo, y vivirlo como parte de lo cotidiano, y aprender de ello en la medida de lo posible, para ello ten presente que:
- Tienes derecho a llorar, a quejarte a no salir de casa y a sentirte fatal.
- Tienes derecho a pensar que es un momento de crisis que necesitas vivir para aceptar y vislumbrar el nuevo estatus o las posibles soluciones.
- Tienes derecho a pedir ayuda:¡ hazlo! si es lo que deseas.
- Tienes derecho a compartir tus inquietudes: te dará la oportunidad de organizar hechos y emociones.
- Tienes derecho a no pedir ayuda o a rechazarla.
- Tienes derecho a no alejarte de tus seres queridos y las personas que te hacen sentir bien, te mantendrán en contacto con el exterior y con una parte de ti que necesitas.
- Tienes derecho a no dejar de lado tu rutina, a mantener la actividad, tratar de seguir tu día a día aunque no hallan ganas y cueste.
- Tienes derecho a sacar tu dolor a pasear: el dolor o la ansiedad no se irá porque te tomes una café con una amiga, pero alentarás a tus neuronas a trabajar, tendrás la oportunidad de pensar en otra cosa por un rato y mantener el contacto con algo distinto a tus emociones.
- Tienes derecho a pensar y elaborar formas de afrontar la situación, y tomarte un tiempo para ello.
- Tienes derecho a pensar que esto es un proceso desagradable, que tienes que seguir y que por duro que sea llegará a su fin, un corte produce una herida, no es posible que sane sin dolor o adelantar el proceso de cicatrización, pero con los cuidados adecuados y el tiempo necesario finalmente la herida se cierra y deja de doler.
No se trata de tomar una actitud pasiva y quejumbrosa ante las circunstancias, y tampoco de hacer como si no hubiese pasado nada. Se trata más bien de afrontar la situación dejando aflorar el malestar y acometiendo el día a día, siguiendo la rutina.
No luches contra él, deja que te acompañe y que madure en tu interior, entonces verás poco a poco posibles soluciones afloran, las emociones empezarán a tomar distancia dejando paso sólo a un hecho que poco a poco dejará de estar presente minuto a minuto, la rutina volverá a tomar tu vida abriendo un nuevo camino.
Cristina Carmona Botía.
UP! Psicología & Coaching
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